Caravana de la paz en Chiapas - 15 de Septiembre de 2011
Fuente:
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Palabras de Javier Sicilia en San
Cristobal de las Casas
San Cristobal de
las Casas, Chiapas 15 de septiembre de 2011.- Quiero inicar mi intervención con
un hermoso verso de una de nuestras hermosas tradiciones indígena, “El canto de
Atamalcualoyan”: “Mi corazón está brotando flores a mitad de la noche.// Llegó
nuestra madre, llegó la diosa Tlazoltétl.// Nació el Dios del maíz,/ en la
región de las flores, Una-Flor.// Nació el Dios del maíz en la región de la
lluvia y la niebla, / donde se hacen los hijos de los hombres,/ donde se
adquieren los peces preciosos.// Ya va a relucir el día, ya va a levantarse el
alba (…)”. Por esas flores, que son nuestros muertos, y que hablan desde
nuestro corazón, guardemos un minuto de silencio.
Hace poco más de
17 años, en esta tierra, hombres y mujeres levantaron la mirada y a través del
símbolo del pasamontañas, del ocultar que, lo sabemos los poetas, revela,
muestra, devela, hicieron visibles no sólo a los negados, a los olvidados, a
los despreciados de la nación, a aquellos y aquellas a los que por desgracias
nuestra independencia no ha hecho justicia, sino a través de ellos formas
diversas y ancestrales de ser, de vivir, formas que la ceguera estructural de
los modelos Occidente, no han comprendido y por ello han intentado borrar. Sin
embargo, la grandeza de sus culturas, su formas de ser y de hacer, sus maneras
de abrazar y de defender el misterio de la tierra y del territorio, no sólo han
resistido en el tiempo, sino que al revelarse a fineles del siglo XX pusieron
al desnudo lo que de universal hay en sus particularidades, lo que de humano,
de profundamente humano hay en ellas. Su rostro velado ha sido y continúa
siendo un espejo que viene del pasado y nos revela no sólo lo que hemos
humillado de lo mejor de nosotros mismos, sino la hermosura de un mundo que,
contra las desmesuras de Occidente, contra el arrasamiento del liberalismo
económico que humilla a hombres, mujeres, niños, niñas y la naturaleza que es
la casa de todo lo viviente, nos muestra la grandeza de la proporción y de la
vida en común, nos muestra lo humano que la imbecilidad del poder y el dinero
nos ha hecho olvidar y nos tiene sumidos en una guerra atroz y a humillado,
como nunca en nuestra historia los hijos e hijas de la patria. A los agravios
ancestrales y estructurales de los pueblos indios se han sumado –por no rehacer
en nosotros lo que la imagen de su espejo nos ha mostrado– las víctimas de la
violencia de la guerra por el control del poder y del dinero. A sus dolores y
la dignidad con la que han resistido y mantenido en pie el espejo en el que el
país debe mirarse, sumamos ahora los dolores y la dignidad que esta guerra nos
ha traído. Por eso hemos vendio hasta aquí, por eso hemos ido del centro al
norte y del norte al sur uniendo dolores, visibilizando los agravios,
abrazándonos, consolándonos, uniéndonos para mostrar el camino de la paz y la
justicia que a lo largo de la historia se nos ha ido negando. Nosotros y
nosotras también, junto con ustedes, somos los pobres, los negados, los
despojados, los invisibles, que al mirarse en su espejo nos hemos quitado el
pasamontañas para que se nos mire, para que se sepa que no somos “bajas
colaterales”, estadísticas, criminales a los que se les ha arrancado a sus
hijos porque se lo merecían, porque, al igual que los gobiernos lo han hecho
con los pueblos indios, son criminales, gente que no entra en el esquema de la
violencia estructural del poder y por lo mismo hay que violentar, humillar,
depreciar, criminalizar para que aprendamos a vivir con el horror y bajo el
horror, para que aprendamos a vivir bajo el miedo y con el miedo; nos hemos
quitado el pasamontañas para mostrarles por fin el rostros, que ustedes habían
revelado al ocultarlo, y decirles que tenmos nombres, apellios, familias, que
pertenecemos a esta gran casa que se llama México y que estamos con ustedes de
pie.
Porque nosotros
y nosotras somos ustedes y ustedes nosotros, y nosotras; nosotros y nosotras ustedes
somos en el corazón también los que dialogamos con todos para mirar juntos,
somos el abajo y el arriba, la izquierda y la derecha, el país olvidado, el
país arrasado, el país que exige la paz, la justicia y el amor que nos han
arrancado; esa paz, esa justicia en la que mirándonos siempre en el espejo del
pasado podemos rehacer nuestro presente para pereparar el futuro de los que
vienen y hacer que esta casa llamada México, sea ese mundo, hoy negado, en el
que quepan muchos mundos. Somos también, con todos en el silencio y el dolor
que lo contiene, el grito negado y vaciado de contenido de nuestra
independencia.
Desde estas
tierras próximas a San Andrés Larrainzar, no sólo opinamos, sino que exigimos,
como un pendiente de la Nación sin el cual no habrá paz, ni justicia, ni
dignidad, sin el cual no hay verdadera independencia, que se respeten los
Acuerdos que se pactaron allí y la nación reconoce, que se respeten los
Acuerdos de San Andrés.
San Cristóbal de
las Casas, Chiapas
15 de septiembre
de 2011.
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