En
memoria del 2 de octubre de 1968
Fuente:
2
DE OCTUBRE, 40 AÑOS DE IMPUNIDAD
TLATELOLCO,
EL INFIERNO
Gustavo
Castillo García
La
Jornada
2
de octubre de 2008
Después de los enfrentamientos del 2 de
octubre, un grupo de jóvenes vela a uno de sus compañeros muertos en Tlatelolco
Foto Alfonso Talavera
El Frente de
Lucha Estudiantil de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) distribuyó un volante en el que
se decía: “Tu participación en este movimiento, pueblo de México, es
fundamental. No puedes dejar que tus hijos sean masacrados; no puedes
permanecer indiferente en estos momentos de crisis; que tu participación
directa y decidida haga temblar al gobierno gorila de (Gustavo) Díaz Ordaz, que
cada día se ensaña más contra las clases explotadas de México”. No obstante, la
masacre ocurrió la tarde de un día como éste, hace 40 años.
Aquel 2 de
octubre, en el ámbito político nacional ya se ventilaba la sucesión
presidencial y dos de los principales aspirantes eran el general Alfonso Corona
del Rosal, jefe del Departamento del Distrito Federal (DDF), y Luis Echeverría
Álvarez, secretario de Gobernación.
Winston Scott,
quien era el jefe de la estación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA,
por sus siglas en inglés) en México, “era un declarado anticomunista que creía
que era justificado el apoyo a las dictaduras militares con el fin de impedir
que la izquierda pudiera acceder al poder en México y otros países de la
región”, según describe el libro de Jefferson Morley, Our Man in Mexico.
Para esa fecha,
Luis Echeverría; Gustavo Díaz Ordaz; el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe
del Estado Mayor Presidencial (EMP); Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la
Dirección Federal de Seguridad (DFS); Antonio Carrillo Flores, secretario de
Relaciones Exteriores; Joaquín Cisneros, secretario particular de Díaz Ordaz;
Emilio Bolaños, sobrino del presidente, y Humberto Carrillo Colón, agregado de
prensa de la embajada de México en Cuba, estaban al servicio de la CIA como
parte de la Operación Litempo, según informes desclasificados del Departamento
de Estado de Estados Unidos, el libro Our Man in México y el documental La
conexión americana, producido por Carlos Mendoza, director del
canalseisdejulio.
A pesar de ello,
la CIA envió a Washington, el 9 de septiembre de ese año, un informe en el que
consideraba que “no era posible predecir los efectos del movimiento
estudiantil”.
La agencia de
espionaje estadunidense contaba, además de la red de funcionarios mexicanos,
con unos 30 elementos desplegados en nuestro país. Era la oficina más grande en
América Latina, según revelaciones de Philip Agee, agente de la CIA que desertó
en 1968, “por cuestiones de conciencia”, tras la masacre en Tlatelolco.
El general Mario
Ballesteros Prieto, jefe del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa
Nacional (Sedena), sería el encargado de poner en práctica la llamada Operación
Galeana en Tlatelolco, y al igual que el coronel Manuel Díaz Escobar, era
anticomunista.
Ballesteros
Prieto y Díaz Escobar habían participado en las negociaciones para la creación
de un Sistema Hemisférico de Defensa contra el Comunismo, patrocinado por
Estados Unidos.
En Tlatelolco
había unos 10 mil soldados, decenas de francotiradores apostados en las azoteas
de los edificios contiguos a la Plaza de las Tres Culturas –190 fueron
detenidos tras una primera balacera. Este último número de elementos coincide
con los empleados de Limpia y Transportes que Díaz Escobar había mandado como
grupo de choque al Zócalo el primero de agosto–, reportes oficiales documentan que
la mayoría fueron enviados desde un día antes por el EMP.
Según un reporte
de la CIA, a finales de agosto de 1968 el movimiento estudiantil había afectado
la atmósfera preolímpica.
Los hechos
A las 10 de la
mañana del 2 de octubre, en la casa del rector Javier Barros Sierra, los
representantes gubernamentales para el diálogo, Jorge de la Vega Domínguez y
Andrés Caso Lombardo, “se entrevistan con los representantes estudiantiles
Gilberto Guevara Niebla, Anselmo Muñoz y Luis González de Alba; aunque es
respetuoso, el diálogo es áspero. La representación estudiantil intenta
establecer las tres condiciones previas para que hubiera diálogo: la salida
inmediata de las tropas que estaban ocupando el casco de Santo Tomás, el cese
de la represión y la libertad de todos los jóvenes aprehendidos a partir de la
intervención del Ejército en Ciudad Universitaria.
“Los emisarios
señalaron que no aceptaban las condiciones previas al diálogo”, confesó Caso
Lombardo al Ministerio Público durante una declaración ministerial en 2003.
Asimismo, “en la
reunión con los estudiantes se convino en que el propio 2 de octubre, a las
seis de la tarde, se tendría una reunión en el domicilio de Andrés Caso
Lombardo (…) pero los trágicos acontecimientos de ese día en la noche
modificaron radicalmente la situación”, agregó el propio Caso Lombardo en su
declaración.
La masacre
“Llegué a las
4:45 y la plaza estaba casi llena. Subí a la terraza del tercer piso del
edifico en el que se hallaban los líderes, sorprendiéndome al ver sólo a unos
cuantos. Uno de ellos, que se notaba muy nervioso, dijo que se había demorado
porque carros blindados y camiones llenos de soldados estaban desalojando a la
gente de la plaza”, escribió Oriana Fallaci, en La Voz de México, diciembre
1968.
El relato
oficial contenido en el libro blanco del 68, elaborado en ese tiempo por la
Procuraduría General de la República, fue que “a las 5:15 de la tarde empezó el
mitin-manifestación en la Plaza de Tlatelolco, estando presentes, en los
corredores del tercer piso del edificio Chihuahua, los principales y más
agresivos líderes del llamado Consejo Nacional de Huelga”.
En tanto, la
crónica publicada en Excélsior (3/XI/68), refiere que “desde una hora antes,
centenares de manifestantes –estudiantes, hombres y mujeres, señoras con niños–
habían comenzado a congregarse.
“Entre los
asistentes cundió el rumor de que había decenas de agentes policiacos, vestidos
de civil, entre ellos.”
Luego de la
participación de un par de oradores, dos helicópteros comenzaron a sobrevolar
la zona. La multitud se calculaba en unas 5 mil personas. Cuando terminaba de
hablar el cuarto orador, habían transcurrido escasos 45 minutos.
Para ese
momento, Florencio López Osuna, representante del Politécnico, ya había
anunciado que se cancelaba la marcha hacia el casco de Santo Tomás.
“De pronto, tres
luces de bengala aparecieron en el cielo. Caían lentamente. Los manifestantes
dirigieron, casi automáticamente, sus miradas hacia arriba. Y cuando comenzaron
a preguntar de qué se trataría, se escuchó el avance de los soldados. El paso
veloz de éstos fue delatado por el golpeteo de los tacones de sus botas. Luego
inició la balacera”, publicó Excélsior.
El libro blanco
del 68 señala: (…) después de varios discursos incendiarios, hacia las 6:15 de
la tarde, el mitin terminaba. Algunas unidades del Ejército estaban apostadas
cerca de la plaza para impedir que los manifestantes marcharan a ‘recuperar el
casco de Santo Tomás’ como habían anunciado días antes”.
Nada dice de las
bengalas ni tampoco de que el general José Hernández Toledo supuestamente
resultó herido cuando pedía a los asistentes que desalojaran la plaza.
Las crónicas
periodísticas refieren que tras escucharse el avance de los soldados “inició la
balacera. Con ello la confusión. Nadie observó de dónde salieron los primeros
disparos. Pero la mayoría de los manifestantes aseguraron que los soldados, sin
advertencia ni previo aviso, comenzaron a disparar.
“Entonces, la
Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno. Las ráfagas de las
ametralladoras y fusiles de alto poder zumbaban en todas las direcciones. La
gente corría de un lado a otro”. Los militares se apoderaron del lugar.
Francotiradores que después se sabría eran elementos del EMP, habían disparado
contra los soldados dirigidos por el general Crisóforo Mazón Pineda.
Sin embargo, el
libro blanco del 68 señala que los autores de los disparos habían sido “grupos
juveniles armados” y los “francotiradores, casi todos estudiantes”.
Cuando casi concluía el mitin en la
Plaza de las Tres Culturas, efectivos del Ejército perpetraron su incursión
Fotograma del documental Tlatelolco, las claves de la masacre, producido por el
canalseisdejulio
Los enfrentamientos
duraron hasta la madrugada del 3 de octubre. Hubo más de mil 500 detenidos por
elementos militares, agentes de la DFS y de la Policía Judicial Federal, que
integraban el Batallón Olimpia. Fueron trasladados al Campo Militar número Uno,
refiere el documento gubernamental titulado Apuntes sobre Tlatelolco, en el
cual se afirma que “la actuación del Ejército (…) se ajustó a un criterio de
mesura”.
Según este
documento, “los elementos que forman parte de los cuerpos de policía, de
seguridad y del Ejército, se limitaron exclusivamente a dar garantías a la
ciudadanía mexicana y su intervención fue incitada y calculada por quienes han
propiciado este movimiento”.
Sin embargo, el
informe histórico de la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y
Políticos del Pasado revela que un teniente de apellido “Salcedo, a la orden de
Gutiérrez Oropeza, apostó elementos en un departamento de la cuñada de Luis
Echeverría en el edificio Molino del Rey, y otros elementos en los edificios
Chihuahua, 2 de Abril y en la parte baja de los edificios alrededor de la
plaza, incluso de la zona cercana a la Vocacional número 7.
“Conforme a
documentos desclasificados de la Sedena, con informes de inteligencia enviados
al Departamento de Defensa de Estados Unidos, el EMP, contraviniendo o
malinterpretando las órdenes del general Marcelino García Barragán, secretario
de la Defensa Nacional, utilizó francotiradores para inducir una respuesta
armada por parte del Ejército y que ésta se generalizara provocando una masacre
que aniquilara el grupo nacional movilizado.”
El 2 de octubre de 1968, miles de
asistentes al mitin en Tlatelolco escuchaban a los oradores del Consejo
Nacional de Huelga en la Plaza de las Tres Culturas; instantes después, caerían
las bengalas y se desataría la masacre Foto Archivo
Oficialmente se
contabilizaron 39 muertos civiles y dos militares, el número real de víctimas
se desconoce. El general Alberto Quintanar reveló en 2002 a La Jornada, que
“entre ocho y nueve camiones de redilas, sin logotipos, se utilizaron para
sacar de Tlatelolco los cuerpos de quienes murieron el 2 de octubre de 1968”,
los transportes eran similares a los que utilizaba el servicio de limpia del
DDF, la oficina que dirigía el coronel Manuel Díaz Escobar
El gobierno de
Díaz Ordaz responsabilizó a grupos comunistas de la revuelta juvenil.
Sin embargo, la
CIA no tuvo ningún dato que corroborara que China, la Unión Soviética o Cuba
tuvieran vínculos con el movimiento estudiantil, pero la noche del 2 de
octubre, el embajador de Estados Unidos en México, Fulton Freeman, pidió al
general García Barragán que declarara el estado de sitio y que asumiera el
poder.
El militar,
según sus documentos personales, rechazó la propuesta y públicamente dijo que
no se suspenderían las garantías individuales.
Diez días
después se inaugurarían las que fueron llamadas Olimpiadas de la paz.
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