En
memoria del 2 de octubre de 1968
Fuente:
ANTES
Y DESPUÉS DE 1968
Carlos
Montemayor
La Jornada
26 de febrero de 2010
La Jornada
26 de febrero de 2010
Desde un primer
momento, varios sectores del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970)
afirmaron reiteradamente que el movimiento estudiantil de 1968 fue fomentado,
sostenido y armado por agentes comunistas de la Unión Soviética y de Cuba. Es
difícil saber en qué medida inf luyó esta versión gubernamental en una ulterior
concepción del movimiento estudiantil del 68 como matriz de las organizaciones
guerrilleras urbanas que aparecieron a lo largo de la década siguiente. Es
difícil saberlo porque la incorporación de estudiantes universitarios a la
guerrilla posterior no fue un proceso automático derivado de la dinámica propia
de ese movimiento, que aglutinó a nutridos contingentes de estudiantes de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), del Instituto Politécnico
Nacional (IPN) y de la Universidad de Chapingo. Una gran parte de los
estudiantes que se incorporaron a la guerrilla provinieron de dinámicas
diferentes, de una amplia gama de otros procesos políticos y universitarios de
Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Nuevo León y Sinaloa, sin conexión orgánica con
el movimiento del 68.
La guerrilla
rural y la guerrilla urbana surgieron de procesos en ocasiones tan
aparentemente disímiles como la radicalización de las juventudes comunistas
ante las viejas estructuras del Partido Comunista Mexicano (PCM) y del Partido
Popular Socialista (PPS) o de la radicalización política de cuadros religiosos.
En este sentido, la Liga Comunista 23 de Septiembre es un buen ejemplo del
complejo cruce de caminos y de la amplia gama de procesos políticos que
desembocaron en la guerrilla mexicana. Raúl Ramos Zavala, su fundador
ideológico inicial, provenía de la juventud comunista de Nuevo León; Ignacio
Salas Obregón, su primer dirigente reconocido, originario de Aguascalientes, se
había formado en la Compañía de Jesús. El nombre de la Liga, por otro lado, no
aludió a un movimiento estudiantil, sino al comunismo y a la guerrilla rural de
la sierra de Chihuahua encabezada por Arturo Gámiz, Pablo Gómez y Salomón
Gaytán; el título de su propio órgano de difusión, Madera, recalcó la
referencia a la guerrilla rural chihuahuense, por el enclave de la sierra donde
el Grupo Popular Guerrillero intentó tomar por asalto el cuartel militar,
proceso que he descrito ampliamente en mi novela Las armas del alba.
El contexto
político del movimiento del 68, la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco y,
quizás de manera determinante, la masacre del Jueves de Corpus de 1971,
constituyeron el referente nítido para muchas organizaciones obreras,
campesinas y estudiantiles de que la lucha no podía ser pacífica. El Estado se
había mostrado refractario por entero a la inconformidad social; con ambas
masacres había hecho saber a todos el destino real de las luchas populares:
resignarse a la represión y a la masacre, o intentar el recurso de la vía
armada. Pero a pesar del vasto contexto político del movimiento estudiantil de
1968, no podemos reducirlo a la explicación causal de la guerrilla posterior;
en la urdimbre de la guerrilla se encuentran hilos que provienen de condiciones
anteriores y de contextos diferentes.
(Fragmento del libro La violencia de estado en México del sello editorial Debate).
(Fragmento del libro La violencia de estado en México del sello editorial Debate).
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