ARTÍCULO
SOBRE LOS COLETOS ¿CATEGORÍA ÉTNICA? EN BOLETÍN No. 50 DE LA AFEHC
¿Categoría
étnica? ‘Los coletos’ y la designación de procesos de identidad social. San
Cristóbal de Las Casas, Chiapas (México)
Luz
del Rocío Bermúdez H
Septiembre
de 2011
I. Introducción
Un rasgo incontestable de la humanidad es
la tendencia a diferenciar lo familiar de lo desconocido. Si la designación de
lo que creemos nos identifica resulta aparentemente clara y positiva, no sucede
lo mismo con lo que consideramos rotundamente contrario y menos aún con lo que
oscila en distintos grados entre “lo nuestro” y “lo ajeno”.
Coleto es un localismo que hace pocas
décadas designaba a los habitantes de San Cristóbal de Las Casas, ciudad de Los
Altos de Chiapas que fue capital desde su fundación en 1528 y grosso modo hasta
1892. Se decía –y se ha repetido- que proviene de la coleta del conquistador.
En 1994 el término trascendió al resto de México y otros países a raíz del
movimiento encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
En efecto, el conflicto armado sacó a la luz las profundas desigualdades
sociales del estado, algunas con antecedentes que pueden identificarse por lo
menos desde la conquista española. Coleto acentuó su asociación con el antiguo
explotador blanco y su relevo, el acaparador mestizo llamado en la región
ladino. Por tal motivo el sobrenombre se convirtió en objeto de rechazo y,
aparte de quienes así se llamaban en las décadas previas, coleto se radicalizó
como una etiqueta utilizada extraneus por quienes se consideran ajenos a tal categoría,
básicamente por no haber nacido en el lugar. Como se verá en las líneas que
siguen, la connotación negativa de coleto no es nueva aunque no siempre ha sido
referente de ‘español’. Siguiendo su errática aparición –como buena vox populi
que es- se percibe un fenómeno más antiguo y complejo de discriminación. Si
actualmente parece definir al conquistador o al poderoso, en otros momentos
señaló también al conquistado, al pobre y, por tanto, al ‘indio’; o al que
deseó librarse de esta última categoría por el enorme costo tributario que
representaba. Por ello ha fluctuado en distintos puntos de dos extremos; es
decir de aquél rotundo contrario mencionado al principio.
Antes de entrar en detalle y a pesar de lo
que hoy parece, debe aclararse que coleto no corresponde históricamente a una
categoría étnica, pues no ha definido a un solo grupo social a partir de
valores, hábitos o un sentido común de pertenencia. La palabra no proviene de
un toponímico como serían los gentilicios sacateco o joveleño (relativos a los
nombres prehispánicos del valle: Hueyzacatlán y Jovel). No se trata de una
distinción lingüística como lo es decir caxlán (el que habla ‘castilla’o
castellano), o como lo fue la palabra ladino en la España medieval. Strictu
sensu, coleto tampoco alude a una cuestión racial aunque se crea derivada del
español y, más específicamente, del peinado que se le atribuye. La expresión es
una construcción conceptual eminentemente cultural y, por ello, es susceptible
en su utilización. Tanto así que la connotación conservadora que ahora posee ha
dividido a los habitantes de la ciudad entre coletos y sancristobalenses
(derivado éste del santo patrón). Otros prefieren llamarse joveleños por el
nombre tzotzil del valle, Jovel1.
El fenómeno reciente que se advierte en
coleto coincide con la ola de mexicanización que vive la ciudad últimamente,
transformada en “auténtico” Mexican Stylish Town con fines turísticos2. Esta
situación es sintomática de dos aspectos: por un lado de su adaptación urbana
de acuerdo a los imperativos socio-económicos que actualmente impulsa la nación
mexicana y, por otro lado, de la reducción de un profundo problema social en
asunto binario local sin aparente repercusión nacional (coletos vs indígenas).
Estos aspectos ocultan igualmente el pasado colonial de Chiapas como antigua
provincia de la Capitanía General de Guatemala. Aquella relación de casi tres
siglos es un antecedente común en las sociedades centroamericanas polarizadas
en categorías totalizantes relativas a ‘indios’ y ‘no-indios’. Ello explica
porqué el estado del sureste mexicano presenta hoy la yuxtaposición entre el
mestizo mexicano y el ladino centroamericano. Coleto, entonces, se inserta y
reduce anómalamente dos procesos más complejos, como son el mestizaje y la
ladinización. Sin embargo, al no poseer un sentido nacionalista propiamente, se
confina cómodamente a un contexto estatal, sin mayores implicaciones
sociopolíticas para el resto del país.
La metamorfosis de coleto ha pasado
inadvertida como objeto de estudio. Su uso actualmente designa a grupos
reaccionarios de la ciudad o el estado, a expresiones de “tradición” o folclor,
y al ‘común’ de los habitantes de San Cristóbal de Las Casas (quienes por lo
regular lo asumen desde la “feliz barrera de la ignorancia” que señalaba
Pitt-Rivers en 19673, incluyendo a quienes reiteran su filiación colonial). Su
confusión como categoría social también deriva porque designa la pertenencia al
lugar por nacimiento o residencia; una proveniencia étnica o socioeconómica, o
una actitud histórico-cultural generalmente negativa. Procurando distinguir
este cruce de enfoques, el presente ensayo deriva de una investigación en curso
que analiza el fenómeno actual a la luz de fuentes históricas del período
colonial. Por su significación reciente nuestra exposición será necesariamente
retrospectiva, aunque nos centraremos en el final del siglo XVIII y mediados
del siglo XIX por corresponder a una época crucial en la definición de las
identidades regionales.
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