agosto 02, 2011

Biografia de Jan de Vos

Jan de Vos


Biografía del
DICCIONARIO TEMÁTICO CIESAS

Nació en Amberes, Bélgica, el 17 de marzo de 1936. Ha vivido en México desde 1973, la mayor parte de este tiempo en Chiapas. Doctorado en historia por la Universidad Católica de Lovaina, hizo también estudios de posgrado en teología católica (Lovaina) y protestante (Tubinga). Se ha dedicado a estudiar el pasado colonial y más reciente del sureste mexicano en general y de Chiapas en particular. Sus especialidades son la historia regional, la etnohistoria y la ecohistoria. Entre sus más de 10 libros destaca la trilogía de la selva Lacandona: La paz de Dios y del rey (1980), Oro verde (1988) y Una tierra para sembrar sueños (2002)...

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Publicaciones del
CATÁLOGO HISTÓRICO CIESAS

Una tierra para sembrar sueños,
Historia reciente de la Selva
Lacandona, 1950-2000
CIESAS-FCE
México, 2004, 1a. reimp.
507 pp.
ISBN 968-16-6536-8

Viajes al Desierto de la Soledad.
Un retrato hablado de la Selva Lacandona
CIESAS-MIGUEL ÁNGEL PORRÚA
México, 2003
366 pp.
ISBN 970-701-313-3

Nuestra Raíz / Lakwi
CIESAS-Clío
México, 2002
204 pp.
ISBN 970-18-8981-9

ENLACE A CATÁLOGO DE PUBLICACIONES CIESAS



Jan de Vos: tajtun y narrador de la liberacion

Fuente:
Jan de Vos: tatjun y narrador de la liberación
Juan Trujillo Limones
Y

a me voy a la selva, decía Jan de Vos Van Gerven cuando los compromisos académicos y médicos estaban fuera del calendario. La madrugada del pasado domingo 24 de julio falleció a consecuencia de una complicación cardiaca. El viaje por ese camino lastimoso había comenzado poco antes de una intervención médica, a finales de 2009. La salud no volvió a ser la misma, pero aun así seguía escapándose a sembrar sueños y atender el mágico llamado de la selva. ¿Qué experiencias dejó a las mujeres, hombres y niños indígenas, los estudiantes y los movimientos campesinos?

El recorrido que inicia a su llegada a Chiapas en 1973 es sólo el arranque de una profunda inmersión en el mundo campesino de los pueblos mayas, principalmente el tzeltal, por la cercanía y colaboración que tuvo como jesuita en la misión de Bachajón. Lo que llevó a Jan a dar sus primeros pasos por cañadas, valles y montañas no fue un incentivo religioso o académico solamente, sino un verdadero amor por aprender de los indígenas e impulsar lo que él llamó laliberación integral material y espiritual.

En su casa de San Cristóbal, donde recibía a amigos, académicos, funcionarios o campesinos por igual, compartió la cercanía que su corazón tuvo con el de fray Pedro Lorenzo de la Nada, sacerdote dominico que en el siglo XVI no sólo se dedicó a la labor evangelizadora en la selva, sino también aprendió cuatro lenguas originarias y defendió a mujeres y hombres indígenas de los abusos de españoles y autoridades coloniales. Fray Pedro –escribió Jan– sabía que para poder trabajar entre los indios es indispensable entender y hablar sus lenguas. En la década de 1970 Jan comprendió las nociones básicas del tzeltal. En ese camino, fray Pedro fue acusado de herejía ante la Santa Inquisición por su defensa de los indios y las mujeres en particular. El 10 de diciembre de 1574 clavó una advertencia en la puerta de la ermita de Xahuacapa: “Porque de derecho canónico es que el juez eclesiástico remedie la justicia seglar, mando a todas y cualesquier personas –de cualquier estado, cargo y condición que sean, así españoles como indios– que no saquen de este pueblo india, viuda ni huérfana contra su voluntad o por fuerza para parte ninguna a servir, ni para ello den consejo, favor ni ayuda, en público ni en secreto, de cualquier suerte ni manera que sea, so pena de descomunión mayor (…)” (2010, p. 73). Las amenazas de aprehensión eran comunes para este personaje, como lo fueron en una ocasión para Jan. De ese tiempo y acontecimientos provenía la inspiración o, como él lo explicaba, lacompasión por los indios y la pasiónpor historiar sus vidas. A veces siento como si en otra vida hubiera vivido aquí en el siglo XVI, dijo al término de esa charla con un profundo suspiro, mientras clavaba la mirada en el cerro del Huitepec.

Las semillas que permitieron la transformación de Jan se tiñeron de la cultura, la lucha social y la sabiduría ancestral de los pueblos. Son quizá aquellos procesos los que florecieron y que describió en Una tierra para sembrar sueños: la devastación de la selva, la Iglesia autóctona tzeltal y la insurgencia armada. La experiencia con los indígenas fue profunda en su vida, aunque su trabajo y compromiso con ellos no fue constante. Para lograr la enorme obra publicada, había que hacer descansar el trabajo con las comunidades. Fue crítico de la diócesis, de la Iglesia romana, de sus figuras y de su estructura de poder clerical y vertical. Quería en todo momento que sus estudiantes pudieran hacer madurar un espíritu y conciencia críticos para equilibrar y tomar distancia de lo qué él llamó la fascinación por los mayas.

La vocación de académico se impuso a la espiritual y su relación con el movimiento indígena se enfrió después de la Marcha del color de la tierra, en 2001. Para la nueva iniciativa de 2006, los desacuerdos y diferencias con las formas eran a veces estridentes y era mejor esquivar el tema político para evitar sobresaltos en la conversación. En el fondo, sin embargo, existía una preocupación por defender lo que no dejó de vislumbrar: El círculo donde todavía sigue viva y encarnada la teología de la liberación. La esperanza de lograr una digna condición humana para los indígenas llegaba a su vida como destellos, sueños, torrentes.

El tema espiritual estuvo en el centro de sus descripciones y posturas. En el ensayo Vino nuevo en cueros viejos,compilado en Camino del Mayab, relata en forma de carta de protesta al papa Joseph Ratzinger cómo los tzeltales habían soñado por segunda vez sin éxito en tener sus propios sacerdotes. La causa: el impedimento de otorgar dicha responsabilidad a los indígenas casados y con hijos. En la lectura de la última versión, la incomprensión de la jerarquía, y la acción de picarle el punto débil, causaban buen humor y risas en Jan. Le desprendía las sonrisas y gozo como pocas veces.

Los premios, reconocimientos y homenajes de academias, cortes reales y gobiernos llegaron al acervo mientras por las cañadas, valles, montañas y selvas circulaba su libro Nuestra raíz, publicado en tzeltal, tzotzil, tojolabal y ch’ol. Es algo normal, en las casas de diáconos, catequistas y también en algunas escuelas de comunidades en resistencia, encontrar, cuando no un ejemplar, decenas de ellos. Se trataba de un esfuerzo y recurso para compartir, a través de la lengua nativa y un lenguaje sencillo, la historia de los ancestros.

En los últimos dos años, Jan escribió una autobiografía y encontraba momentos para tocar la guitarra entre amigos. Cuando el que esto escribe aprendía la lengua e impulsaba clases de historia en una secundaria de la zona alta tojolabal, Jan tuvo la noble intención de visitar a los alumnos y no sólo compartirles una charla sobre el libro traducido a su idioma, sino que su corazón también quería cantar con ellos. La petición fue comunicada y en breve el delegado de educación comentó: “Nos avisas cuándo viene el tatjun”, es decir, el anciano de sabiduría.

Eran días soleados como éstos y por razón circunstancial ese encuentro quedó pendiente. Hoy las niñas y niños mayas siguen leyendo a ese abuelo que les narra historias en sus lenguas, sobre sus ancestros y sus luchas recientes. Un anciano que como en otros días, al echar conciencia al sueño, dejó la capital para ir a Chiapas y de ahí alcanzar el nuevo y pasado horizonte de los Altos y las selvas. Las niñas y niños tojolabales seguirán esperando la mirada y los cantos de un tatjun que en otro amanecer volverá a conmover sus corazones.


agosto 01, 2011

Proyecto Mundo maya

Fuente:
MUNDO MAYA… LA NUEVA CONQUISTA
Agencias | 31 de Julio del 2011
Distrito Federal.- Montado en la mundialmente difundida idea de que los mayas predijeron para el próximo 2012 el fin de un ciclo o, peor, el fin del mundo, el gobierno de Felipe Calderón desempolvó el proyecto turístico Mundo Maya originalmente propuesto en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, para tratar de atraer turistas de todo el mundo hacia los estados del sur y sureste del país.
El proyecto fue dado a conocer el 21 de junio pasado en el Museo Nacional de Antropología, en un acto al que asistieron empresarios y operadores turísticos, y en el cual se enlazaron en directo los gobernadores de Campeche, Fernando Ortega Bernés; Chiapas, Juan Sabines Guerrero; Tabasco, Andrés Granier Melo; y Quintana Roo, Roberto Borge Angulo. Ivonne Ortega, de Yucatán, no pudo enlazarse debido al huracán Beatriz.
Esta vez, sin embargo, no sólo se está poniendo en bandeja de plata a los inversionistas –sobre todo extranjeros– las mejores playas, propiedades y tierras aledañas a las zonas arqueológicas. A decir de los antropólogos e investigadores Iván y Jorge Franco Cáceres, literalmente se está “abonando el terreno” para la explotación de las vastas riquezas naturales y minerales existentes en la zona.
Se trata, resumen vía telefónica desde Yucatán, de un proyecto de “liberalismo salvaje” que terminará por integrar la economía de México y de los países de la frontera con Centroamérica, a la economía norteamericana. Está además destinado a las elites cuyo divertimento son los clubes de golf, de yates, las marinas y los resorts, y en el cual el discurso oficial que habla de desarrollo económico de la zona y creación de empleos, se traducirá en la realidad en un mayor abandono de tierras de cultivo y la contratación de la población local como mano de obra barata en los servicios turísticos.
Señalan que aunque los proyectos Mundo Maya de Salinas y Calderón tienen coincidencias, el contexto en el cual se desarrollan es distinto. El primero, recuerda Jorge Franco, especialista en el estudio del impacto de desarrollos turísticos e inmobiliarios en la zona maya, entre ellos el proyecto Maya Zamá, tuvo su origen en la Secretaría de Turismo (Sectur) que encabezaba Carlos Hank González.
Iván Franco, doctor en Ciencias Políticas por la UNAM, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor entre otros libros de Los proyectos neoliberales sobre cultura y patrimonio cultural en México (editado por la Universidad Autónoma de Yucatán), añade que aunque ya estaba permeado por las políticas neoliberales y del libre comercio, todavía era un proyecto del Estado mexicano, no de las transnacionales. Se centraba en la explotación de cultura y los sitios prehispánicos de lo que fue Mesoamérica, así como de los paisajes naturales, pero bajo la batuta del gobierno federal.
Diez años después comienza a tenerse más clara idea de la riqueza en recursos naturales estratégicos que hay en la zona debido al impacto de uno o varios meteoritos en la Península de Yucatán (el más grande formó el cráter de Chicxulub), que dejaron en el subsuelo grandes cantidades de iridio, platino y otros materiales de alto valor.
Se encuentra también cerca de los llamados Hoyos de Dona, ricos en recursos petroleros, ubicados en el Golfo de México, en aguas marinas que México comparte, del lado occidental, con Estados Unidos, y en el oriental también con él mismo y con Cuba.
“Ahora que ya hay una noción muy vasta de lo que hay en términos de riqueza y explotación de los recursos naturales y estratégicos, el discurso del propio Estado cambió porque las transnacionales norteamericanas y europeas, incluidas las que están promoviendo el turismo, empiezan a interesarse más en toda esta zona”.
Después del sexenio salinista, durante el gobierno de Ernesto Zedillo se siguió dando cierto impulso al proyecto Mundo Maya, e incluso para junio de 1996 se anunciaba que el empresario Roberto Hernández convertiría las abandonadas en haciendas henequeneras, que había adquirido a costos de entre 300 mil y un millón de pesos, en hoteles de “gran calidad”, en donde podrían descansar los visitantes a las zonas de Uxmal, Chichén–Itzá, Celestún, Mérida, Campeche, los conventos coloniales y Jaina, entre otros sitios (Proceso, 1025).
*** Cambio de ruta
Durante el gobierno de Fox, rememoran, el discurso gubernamental no se enfocó al desarrollo turístico. En opinión de Jorge Franco los Hank disminuyeron su poder con la pérdida de la presidencia de la República por parte de Francisco Labastida. Y aunque Fox no había anunciado nada durante su campaña para la zona del sur–sureste, al poco tiempo de su arribo a la presidencia dio a conocer el Plan Puebla–Panamá en el cual explícitamente se abría la puerta a la instalación de refinerías.
Aunque debido a la crisis global hay disminución de inversiones extranjeras (así lo reconoce la propia Secretaría de Turismo), paradójicamente, dice Iván Franco, sigue habiendo empresas transnacionales que se están apropiando de grandes extensiones de terreno para establecer sus desarrollos turísticos o de otros giros de negocio:
“Estamos viviendo, sobre todo de los noventa a la fecha, un proceso muy similar a la conquista española de grandes compras o despojos de tierra. En esas épocas, los siglos XV y XVI, eran tierras que concedía la corona a los encomenderos, a los ganaderos. En este caso son tierras que está sacando al mercado el propio Estado o la iniciativa privada”.
Añade que luego de los cambios al artículo 27 Constitucional (para modificar el Ejido) los campesinos, que han dejado de recibir apoyo del Estado para producir, se han visto obligados a vender sus tierras a los grandes inversionistas.
Ha sido fácil también, dice Jorge, porque los marcos jurídicos del uso de suelo se han hecho más flexibles, pero además porque los gobiernos estatales y municipales han encontrado un mecanismo: Crear nuevos municipios con nuevas reglas. Así, por ejemplo, Cozumel se partió y quedó en Cozumel la isla y del otro lado el municipio de Solidaridad que responde “a los grandes intereses turísticos del gobierno federal y del gobierno del estado de Quintana Roo”.
Subraya que el nuevo plan turístico “está determinando no solamente que el Estado se aleje de ciertas responsabilidades que tenía con la población local, sino que está creando nuevas condiciones en cuanto al manejo de límites políticos y zonas territoriales, y lógicamente esto tiene mucho que ver con las facilidades y con los planes estratégicos que se están manejando para promover grandes desarrollos turísticos para darle entrada a marinas y a campos de golf y evitar reclamos por ejemplo de tierras ejidales”.
Iván agrega: el conocimiento de los recursos naturales en el subsuelo y los Hoyos de Dona, la utilización de las zonas arqueológicas y los paisajes naturales, las inversiones extranjeras y nacionales, embona con el discurso de detonar el desarrollo turístico y crear empleos en una región “deprimida económicamente” y con bajos niveles de ingresos.
Desde la llegada de Felipe Calderón a la presidencia, se anunció en el Plan Nacional de Cultura 2006–1012 que se impulsaría el “turismo cultural”. Destaca el investigador que incluso se habla de utilizar las zonas arqueológicas como un potencial para el progreso. Esto ha llevado a que los desarrollos inmobiliarios y turísticos se hagan no sólo de grandes propiedades, sino buscar la cercanía con zonas arqueológicas.
Los desarrolladores hablan en sus promociones de esa cercanía, de los paisajes naturales, de crear lagos artificiales... “para ofrecer el paquete completo a los turistas. Y la cantaleta de siempre de que se desarrollan hoteles, spas, campos de golf. Es la venta casi al por mayor de las tierras del país”.
Es la utilización, agrega Jorge Franco, del patrimonio cultural tangible e intangible como un plus para los servicios turísticos para la atención de grupos como los spring breakers, los baby boomers y hasta para la promoción del arribo de cruceros.
La Asociación Mexicana de las Agencias de Viajes, presidida por Jorge Hernández, anunció a los medios que el sector turístico ofrecerá paquetes de entre 5 mil y 8 mil pesos por persona por cuatro días, con avión incluido para aquella zona maya.
A través de la dirección general de Comunicación Social de Sectur, encabezada por Alberto Petrearse, se solicitó una entrevista con Amado Contreras Wong, coordinador del Programa Mundo Maya, y la respuesta fue que se buscaría un lugar en su agenda. Incluso se le enviaron las preguntas por correo electrónico, pero no hubo respuesta.
En la escasa información que la página web ofrece sobre el Programa se indica que la región Mundo Maya ofrece al turismo nacional e internacional: “Sol y playa, cultura, ecoturismo y aventura, buceo, cruceros, negocios y convenciones”. A través suyo se busca, entre otros propósitos, consolidar a la Organización Mundo Maya integrada desde hace un par de décadas por los países de Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras y México, que participan conjuntamente del plan.
En la ceremonia en el Museo de Antropología se anunció que se promoverán 10 zonas arqueológicas, se remodelarán algunas y se abrirán Sak T’zi o Plan de Ayutla, en Ocosingo, Chiapas; e Ichkabal, en la reserva forestal de Bacalar, en Quintana Roo.
Asimismo, se creará el Museo de Arqueología en Cancún, así como el Gran Museo del Mundo Maya en Yucatán, cuyo contrato de construcción y operación fue adjudicado por el gobierno de Ivonne Ortega a Promotora de Cultura Yaxché, S.A. de C.V., propiedad de Carlos Hank Rohn. El anuncio lo hizo Jorge Esma Bazán, director del Patronato de las Unidades de Servicios Culturales y Turísticos del estado de Yucatán (Cultur) el pasado 8 de junio, día en que fue aprehendido Jorge Hank Rohn. La oferta de la empresa fue de 143 millones de pesos y el contrato será por veinte años, como informó la reportera Rosa Santana en la agencia apro.
Habrá también más de 500 programas y actividades culturales. Se terminará la restauración del exconvento de Santo Domingo de Guzmán en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Y se prevé el fortalecimiento de la infraestructura carretera. Se ha difundido en los medios que está listo el tren rápido transpeninsular que comunicará a Yucatán, Quintana Roo y Campeche y trasladará anualmente un millón de pasajeros así como mercancías.

El sueño de Jan de Vos

Fuente:

http://www.planetaazul.com.mx/site/?p=20780&upm_export=print

EL SUEÑO DE JAN DE VOS

Opinión de José Luis Lezama

En su obra, Jan de Vos restituye a los indios y a la selva su antigua dignidad perdida por obra de la civilización y de sus beneficiarios. La naturaleza que describe aparece entregando a quienes la habitan o visitan su fuente de vida, el prodigio de su belleza, su soledad, y el drama de su destrucción. Se exhibe imponente y bella ante los ojos del montero, del deslindador, del misionero, del administrador, del capataz, del propietario nacional o extranjero de la montería: de todo aquel que por primera vez la conoce.

Es este un mundo que pareciera haber amanecido en el primer día de la creación, en el que los seres que lo habitan están, como en el poema de Pellicer, esperando ser nombrados. Los indios, tal vez ya ni siquiera los Lacandones originales, sin la ferocidad que les atribuían las narraciones coloniales, muestran más bien su timidez, su temor, sus precauciones y recelos ante los visitantes externos, quienes pocas veces les procuran el bien. Los indios que aparecen en la obra de Jan de Vos son parte de la selva, vigilantes y custodios de la naturaleza, hijos fieles y respetuosos de la madre Tierra, parte indisoluble de ella y de sus prodigios.

Narra con precisión y sorpresa la ambigua fasci- nación del montero ante la majestuosa imagen del jaguar en su imperturbable descenso a los ríos para saciar su sed, o el asombro y perturbación del guerrillero, al discurrir sobre el inquietante ruido de los seres que, invisibles, merodean en sus insomnes noches selváticas. Describe también el sentimiento de angustia de aquellos que viven la selva como prisión, cárcel solitaria para quienes la eligieron o fueron elegidos para las duras y extenuantes labores del corte de madera, ya fuera como hacheros, boyeros o ramoneros.

Para Jan de Vos, lo que somete a los indios y a la naturaleza no son las fuerzas abstractas del mal, sino seres concretos, factores reales de poder. Es el príncipe, el conquistador, el encomendero, los falsos evangelistas, los madereros, los finqueros, los políticos y los burócratas de todos los tiempos, quienes tienen siempre a la mano una solución para confirmar ese aparente destino de nacidos para perder que pareciera perseguir a los indios y sus territorios. A todos ellos antepone el ejemplo de Fray Pedro Lorenzo de la Nada, misionero dominico del siglo XVI, quien, negándose a bendecir las armas de aquellos que imponían con violencia la fe cristiana, abandonó su orden, internándose en la selva para convertir a los indios pacíficamente. Sabía Jan de Vos, no obstante, de la ambigua condición del misionero, quien sirviendo a Dios, servía también al rey y a sus dominios.

Fray Pedro Lorenzo de la Nada vio una selva solitaria, vacía de hombres. De los lacandones originales quedaban unos cuantos, sobrevivientes de la llamada Guerra del Lacandón de 1559. La que contempló Jan de Vos por primera vez, aunque aún bella y abundante, padecía ya la inmensa devastación que, según su propia interpretación, fue producto de diversos procesos que coincidieron a partir de la segunda parte del siglo XX. Una avanzada tecnología para explotar los recursos forestales, una colonización y poblamiento masivo promovido por los gobiernos y por campesinos sin tierras, sin recursos y sin alternativas, y la gran deforestación provocada por la ganadería extensiva y la agricultura, se convirtieron en la poderosa fuerza que sumió a la selva y a sus habitantes en la penuria que hoy padecen. Es esta selva fragmentada, degradada y humillada, la que alguna vez soñó Jan de Vos y aquellos que lo inspiraron, como una posibilidad para redimir a los indios.

La redención de los indios y de la Selva Lacandona existe sólo en los discursos, en los planes, en los programas y en los decretos; es una salvación de burócratas, cuyas soluciones tienen la virtud de crear problemas adicionales a aquellos que supuestamente pretenden corregir. Hoy día la destrucción persiste, el nuevo evangelio de la burocracia, de los desarrolladores y de los que entienden a la selva como un campo de oportunidades, se llama desarrollo sustentable: se trata de racionalizar su explotación, extraer sus riquezas de una manera eficiente, inteligente, prolongar racional y productivamente su agonía.

El domingo 24 de julio murió Jan de Vos, misionero, defensor de los indios, de los pobres y de la Selva Lacandona; escritor, historiador que reinterpretó parte del pasado de Chiapas y de la Selva Lacandona, hombre comprometido con su fe, con el saber, y con la causa de los indios. Había nacido en Amberes en 1936; llegó a México en 1973 buscando una motivación y una razón mayor de vida. La encontró en Chiapas, primero en su misión cristiana, después, pugnando no sólo por la salvación espiritual de los indios, sino también por sus derechos políticos y su salvación y bienestar material. Los indios y la selva le estarán agradecidos por el afecto, las batallas y las horas de reflexión que les dedicó.

www.joseluislezama.com

Jan de Vos, explorador

Fuente:

Jan de Vos, explorador
Hermann Bellinghausen
L

os maestros mueren siempre, pero en estos tiempos domina la sensación de que se nos están yendo demasiados sin ser remplazados de manera suficiente. Adolfo Sánchez Vázquez y Jan de Vos ejercieron con genio su oficio de pensar y nos enriquecieron. Del primero, en las valoraciones (notables varias de ellas) a raíz de su muerte, poco se menciona su pensamiento estético, esa cátedra que impartió en clase y obra, incluso en la insuperable antología que preparó en los años 70 para los bachilleres de la Universidad Nacional Autónoma de México. Como a John Berger y Luis Cardoza y Aragón, lo marxista no le quitó nunca la inteligencia abierta del arte.

Pero esta nota es sobre Jan de Vos, historiador de largo aliento, el más grande de Chiapas, quien también cantaba, y contaba su microhistoria. Admiró a Luis González y Gonzáles, el de Pueblo en vilo, aunque Jan no puso un breve San José de Gracia bajo su microscopio, sino un espacio extenso, épico y misterioso: la selva Lacandona. La historia local que decidió contar resulta una metáfora de la conquista y liberación de América con alcance universal. Aunque evitó incursionar en el pasado prehispánico, con el medio mileno que leyó nos deja un monumento único, al que se mantuvo fiel. Y como a todos, en 1994 lo alcanzaron la historia y sus revoluciones desde algún lugar de la selva Lacandona. En La paz de Dios y del Rey y Oro verde, De Vos había desentrañado ríos y veredas, pasados míticos, conquistadores fallidos, depredadores (monteros, madereros, ganaderos) y, sobre todo, sus pueblos mayas, fundadores y refundadores.

Experimentó la tensión entre dos compromisos humanísticos no siempre bien avenidos: el social, con los pueblos mayas, y el académico, ubicado en el imaginario caxlán. Ganó lugar en el segundo: es un gran historiador. A los pueblos los acompañó, pero de lejos. Tuvo su contraparte en Andrés Aubry. No se querían, las diferencias eran importantes. Y mientras Andrés no solía mencionar a Jan, éste fue beligerante, acusaba de fantasioso a su colega y criticó con ferocidad su concepción del archivo diocesano de San Cristóbal de las Casas. Otra diferencia fue el compromiso de Andrés. Por ilustrarlo de algún modo, Jan se jactaba de haber conocido al comandante David cuando éste era joven; Aubry sería amigo del jefe zapatista hasta el final de su vida.

Un historiador no está obligado a dominar el presente y tiene cancelados todos los pasajes al futuro. Jan navegó su tiempo, el nuestro, lo mejor que pudo, desde donde el tomo final de su trilogía sobre la selva, Una tierra para sembrar sueños (1950-2000), quizás sea el más debatible. Sus fuentes son actores vivos, y la imparcialidad que busca se le escabulle. Admirable no obstante, mantiene el aliento sinfónico de la que es su obra maestra. Con el mismo bagaje lograría otras dos piezas mayores,Nuestra raíz y Vivir en frontera, donde relata la historia general de los indígenas chiapanecos. En sus últimos años se interesó en abrir la lente a todo Chiapas, considerando los dos polos nunca conciliados: pueblos indios, y mestizos, criollos, caxlanes. Esto lo llevó a ser condescendiente con el gobierno, que supo apapacharlo, y produjo Vienen de lejos los torrentes, donde recapitula sus exploraciones y confronta las dos historias que, como bien supo, aún no logran encontrarse. La misma contradicción fue narrada por Antonio García de León en esa otra gran relación de los hechos de Chiapas: Resistencia y utopía, Fronteras invisibles, Ejército de ciegos.

Flamenco de origen, como misionero jesuita Jan experimentó en Chiapas, hacia los años 70, una crisis con su orden religiosa muy propia de su tiempo. Muchos jesuitas se radicalizaron entonces, se sicoanalizaron, casaron o asumieron homosexuales, o bien actores, directores de teatro, poetas, historiadores. La disciplina de la orden no era para ellos. Llegó a Bachajón en 1973 y conoció a su pueblo. Retornado a Bélgica, decidió que Chiapas sería su nueva tierra, desafió a la jerarquía de la Compañía de Jesús, dijo adiós a todo eso y se quedó acá de una vez por todas.

Su universo de trabajo se origina en los tzeltales, el pueblo maya más numeroso de Chiapas, en el cual abundan la inteligencia, la ironía, la dignidad y la dimensión trágica. Siempre lamentó no haber aprendido la lengua, pues privilegió el viaje a las fuentes documentales que fue a desenterrar de cuanto archivo se dejó asediar, incluyendo la meca de todo americanista, el General de Indias en Sevilla.

Conoció bien la selva. La caminó, escuchó a sus gentes y sus torrentes. Por sus libros se extiende una obsesiva construcción de mapas de lo que ha sido y lo que es. Migraciones y fundaciones, pueblo por pueblo. Hizo reales sus espacios simbólicos y, paradójicamente, creó como escritor un perdurable universo simbólico. Fue el más grande explorador del Desierto de la Soledad. No sólo descubrió tesoros de la naturaleza y de los hombres. Los comprendió y extrajo de ellos su Historia magnífica.

julio 31, 2011

Proyecto Mundo maya

Fuente:
EL PROYECTO MUNDO MAYA, “SALVAJEMENTE NEOLIBERAL”
JUDITH AMADOR TELLO
30 DE JULIO DE 2011 - CULTURA Y ESPECTACULOS
Creado por Salinas de Gortari y recuperado hace un mes por el gobierno de Calderón, este proyecto que se anuncia como la creación de un gran polo de desarrollo turístico en el sureste del país, en realidad es “un proceso muy similar a la conquista española de grandes compras o despojos de tierra”, a decir de los antropólogos Iván y Jorge Franco
Montado en la mundialmente difundida idea de que los mayas predijeron para el próximo 2012 el fin de un ciclo o, peor, el fin del mundo, el gobierno de Felipe Calderón desempolvó el proyecto turístico Mundo Maya originalmente propuesto en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, para tratar de atraer turistas de todo el mundo hacia los estados del sur y sureste del país.
El proyecto fue dado a conocer el 21 de junio pasado en el Museo Nacional de Antropología, en un acto al que asistieron empresarios y operadores turísticos, y en el cual se enlazaron en directo los gobernadores de Campeche, Fernando Ortega Bernés; Chiapas, Juan Sabines Guerrero; Tabasco, Andrés Granier Melo; y Quintana Roo, Roberto Borge Angulo. Ivonne Ortega, de Yucatán, no pudo enlazarse debido al huracán Beatriz.
Esta vez, sin embargo, no sólo se están poniendo en bandeja de plata a los inversionistas -sobre todo extranjeros- las mejores playas, propiedades y tierras aledañas a las zonas arqueológicas. A decir de los antropólogos e investigadores Iván y Jorge Franco Cáceres, literalmente se está “abonando el terreno” para la explotación de las vastas riquezas naturales y minerales existentes en la zona.
Se trata, resumen vía telefónica desde Yucatán, de un proyecto de “liberalismo salvaje” que terminará por integrar la economía de México y de los países de la frontera con Centroamérica, a la economía norteamericana. Está además destinado a las elites cuyo divertimento son los clubes de golf, de yates, las marinas y los resorts, y en el cual el discurso oficial que habla de desarrollo económico de la zona y creación de empleos, se traducirá en la realidad en un mayor abandono de tierras de cultivo y la contratación de la población local como mano de obra barata en los servicios turísticos.
Señalan que aunque los proyectos Mundo Maya de Salinas y Calderón tienen coincidencias, el contexto en el cual se desarrollan es distinto. El primero, recuerda Jorge Franco, especialista en el estudio del impacto de desarrollos turísticos e inmobiliarios en la zona maya, entre ellos el proyecto Maya Zamá, tuvo su origen en la Secretaría de Turismo (Sectur) que encabezaba Carlos Hank González. (Extracto del reportaje que aparece esta semana en la edición 1813 de la revista Proceso, ya a la venta)

julio 30, 2011

La gran trilogía de Jan de Vos

Fuente:
La gran trilogía de Jan de Vos, nuestro indígena-europeo
* Vida y obra de un gran escritor, humanista y amigo.
* “La Paz de Dios y del Rey” y “Oro Verde” son historias esenciales.
* “Una tierra para sembrar sueños”, extraordinario libro testimonial.
* Su vasto trabajo rescata y preserva la identidad de las etnias nacionales.
Luis Alberto García y Carmen Lila Romero / Carta Mesoamericana
Ciudad de México / San Cristóbal de las Casas, Chiapas
Marcados por la influencia de Fernando Benítez, de quienes fuimos alumnos al inicio de la década de 1970 en la carrera de Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas (FCPS) y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el interés por conocer la historia de nuestros pueblos originarios no dejó de crecer al paso de los años.
Durante la niñez y adolescencia conocimos las tierras indias michoacanas -Cherán, Nahuatzen y Sevina- en el corazón de la meseta tarasca, de donde procede nuestra raíz ancestral, en las personas de doña Reducinda Romero, indígena de Comachuén, y don Luis Gonzaga García, criollo nacido en 1847 en Erongarícuaro, a orillas del lago de Pátzcuaro.
Con conocimientos apenas suficientes sobre la etnia purépecha, fue que entramos a explorar la grandeza geográfica e histórica de nuestro pasado, a grado tal que, hasta la fecha, conservamos como un tesoro la obra completa de Benítez -a quien entrevistamos para el periódico estudiantil de la Asociación Periodística Universitaria (APU), para ganar el Premio Nacional de Periodismo de 1971-, el profesor, escritor, etnólogo, antropólogo, novelista y amigo fallecido en febrero de 2001, en especial Los indios de México, cinco tomos que constituyen una obra monumental que detalla la odisea heroica de esos protagonistas de una las grandes tragedias nacionales.
Gracias al profesor Benítez tuvimos noticia de alguien que se llamaba Jan de Vos -nacido en Bélgica en 1936, fallecido en la ciudad de México el 24 de julio de 2011-, historiador, ex jesuita, científico social de luces extraordinarias, quien en 1994 acababa de publicar Vivir en frontera (CIESAS-INI), libro que nuestro maestro generosamente nos obsequió el 8 de julio de ese año, y que profundizaba con enorme conocimiento en el largo proceso de destrucción de las civilizaciones mesoamericanas.
Seguidores y lectores devotos de Fernando Benítez, Rosario Castellanos, Antonio García de León, Jan de Vos y de muchos autores más, todos aquellos que nos hemos interesado en la historia nacional coincidimos en que ese exterminio se inició con la llegada a América de los primeros europeos, y no ha llegado aún a su término.
Y la principal víctima de ese proceso –tal como lo descubre y nos lo escribe Jan de Vos- lo fue el pueblo originario y verdadero poblador ancestral de la Selva: los lacantunes, ancestros de los actuales ch´oles, quienes resistieron dos siglos a la conquista española, hasta que fueron totalmente exterminados a inicios del siglo XVIII -los dos últimos de ellos murieron en una prisión en Retalhuleu, en el actual territorio de Guatemala, en 1712-, casi al mismo tiempo en que ocurre la llegada a la Lacandona de indígenas migrantes de origen maya-caribe provenientes de la península de Yucatán.
Un siglo y medio después éstos fueron bautizados erróneamente por el antropólogo francés Jacques Soustelle y por la suiza Gertrude Duby como “Lacandones”, y ensalzados equivocadamente como los “descendientes de los príncipes de Palenque y Bonampak”, mito equivocado que Jan puso en clara evidencia en sus descubrimientos históricos.
Fue durante la Semana Santa de 2011, en San Cristóbal de las Casas –en la vasta biblioteca que con los años se ha acumulado en las oficinas de Maderas del Pueblo del Sureste A.C. en la antigua Jovel-, donde iniciamos la lectura de La Paz de Dios y del Rey (FCE,1980), que justamente se refiere etnocidio de los caribes de la selva Lacandona.
Este libro, resultado de años de investigación por parte de Jan de Vos, constituye un documento de incalculable valor para la historia de Chiapas, de México y de la América nuestra.
Al no aceptar la fundamentación jurídico-ideológica de la colonización, y al atacar sus métodos, prácticas y formas de organización, Jan de Vos se une a la tradición del estudio profundo de las civilizaciones mesoamericanas.
“Las páginas de este libro –nos dice- no son más que un pequeño párrafo en la larga y triste historia de la destrucción de las Indias que fray Bartolomé de las Casas inició en 1542, destrucción que, para vergüenza de todos nosotros, sigue siendo actual”.
Miguel Ángel García, el coordinador general de MPS, comprometido resueltamente en la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas del país desde que nos acordamos, nos enteró que Jan de Vos vivía en San Cristóbal desde 1973, y que le gustaba visitarlo para comer jubiloso el pozole que le preparaban Silvia Vázquez y doña Carmen Díaz cada que él visitaba su casa y oficina.
También nos dijo que, entre sus obras más relevantes, se encontraban Fray Pedro Lorenzo de La Nada; La batalla del Sumidero; Viajes al Desierto de la Soledad (CIESAS-SEP, 1988); Vienen de lejos los torrentes (Editorial Umbrales, 2010); y Oro Verde (FCE, 1988), sobre la conquista de la selva lacandona por los madereros tabasqueños; y Una tierra para sembrar sueños (FCE, 2002), referida a la historia de la selva Lacandona entre 1950 y 2000.
Jan de Vos inicia narrando en Oro Verde que, en 1822, año en que la provincia colonial de “Las Chiapas” se independiza definitivamente de España, la selva Lacandona es descubierta por primera vez como reserva forestal.
Quienes hemos conocido la historia y desarrollo de los pobladores de esos parajes naturales magníficos, sabemos que, a partir de ese súbito ingreso en la historia moderna, éstos han sido escenarios de enfrentamientos entre los saqueadores y las comunidades autóctonas.
Sin embargo, a diferencia de la época colonial, los agredidos de ahora no pertenecen a las comunidades indígenas, sino que son los árboles de caoba, las ceibas y otras especies poseedoras de la madera más fina del mundo, mientras que los atacantes intrépidos y voraces son los empleados y los representantes de las compañías madereras nacionales y extranjeras.
En su sabiduría y sensibilidad infinitas, Jan de Vos hizo una reconstrucción minuciosa y fiel de la historia de la explotación maderera en la selva Lacandona -continuación de La paz de Dios y del Rey-, después de una investigación de tres años en la que hizo uso de diversos archivos públicos y privados de México y Guatemala.
También recurrió a material bibliográfico y entrevistas personales, presentando un trabajo extraordinario sobre una etapa de la economía y la historia del sureste mexicano, en la que la explotación irracional de las riquezas naturales y humanas, los conflictos fronterizos, la rapacidad y la negligencia de las autoridades jugaron un papel importante.
Ante la imposibilidad de incurrir en un saqueo bibliográfico en MPS, adquirimos en la librería El mono de papel de la calle Real de Guadalupe de San Cristóbal de las Casas la trilogía completa del maestro Jan, que concluye con Una tierra para sembrar sueños, donde analiza ocho procesos que, a partir de 1950, configuraron el rostro que posee actualmente la selva Lacandona.
Su texto de medio millar de páginas abarca la explotación maderera, la colonización campesina, la iniciativa finquera, la intervención gubernamental, la unión ejidal, la evangelización autóctona, el refugio guatemalteco y el alzamiento zapatista.
El autor advierte en la introducción que, el análisis ahí presentado, posee elementos que no responden a la llamada objetividad científica; pero el comentario de Jan de Vos –quien pasó casi la mitad de su vida estudiando a las comunidades de la selva Lacandona- no demerita su análisis, sino al contrario, permite saber cuál es su enfoque.
Con ello, nos lleva precisamente a confiar en la objetividad de su mirada y, a través de esos sueños sembrados en tierras lacandonas, nos introduce en una compleja y dramática realidad regional donde los campesinos mayas, con la ayuda de varios agentes externos, trazaron caminos de sobrevivencia adaptación, reflexión, organización y rebelión comunitarias.
De esa manera, a través de las letras, de una prosa envidiable, de conocimientos descomunales, rigor y disciplina sin igual, Jan de Vos nos hizo sus compañeros de viaje en esos torrentes de Chiapas, ayudándonos en la ardua tarea de interpretación de los hechos pasados para explicar un presente que no deja de dolernos, que nos hiere, colaborando así en un ejercicio de reflexión sobre periodos históricos que, sin duda, nos han dado origen, forma y destino.
Gracias, maestro indígena-europeo que llegó más allá del mar océano.

Jan de Vos: fe, memoria y raiz

Fuente:
Jan de Vos: fe, memoria y raíz
Víctor M. Toledo
H

ay ocasiones en que uno casi muere con los que se van. Se trata de la desaparición de los gigantes, de los virtuosos, de los íntegros o de los sensibles. Los que cimbran los cimientos de los otros. Esta vez Jan de Vos se ha ido, y se va cuando quizás más lo necesitamos, cuando más requerimos de su mirada de gran visión, cuando apenas comenzábamos el juego. Su vida es un ejemplo de decoro y honestidad intelectual. Se va como los grandes, sin que aún exista un adecuado reconocimiento de su obra y de su figura de pensador. Su labor como historiador de la selva Lacandona, una región emblemática por su posición estratégica, su historia peculiar, su riqueza hidráulica, biológica y petrolífera, y su rol como escenario de la última gran rebelión indígena, lo acredita como un investigador extraordinario. Sus crónicas hacen un recuento apasionado y al mismo tiempo limpio de lo acontecido y enseñan, teniendo como estudio de caso esa región, cómo se conectan el pasado, el presente y el devenir, los tiempos convertidos en los hilos de un mismo tejido. Sus libros, que interpretan el pasado, permiten entender los acontecimientos actuales y proyectarlos hacia el futuro.

Como muchos otros misioneros, este jesuita flamenco se enfrentó a las dudas de la fe, durante su interacción con el mundo tropical e indígena de Chiapas. Y en sus cavilaciones se decidió por contribuir a delinear la memoria de los mayas actuales, para lo cual se dedicó a revelarles su raíz. Aquí Jan es fiel no sólo a su conciencia sino a los latidos de su corazón. Entre la tradición enciclopédica europea y su versión bíblica, y la ecología sagrada de las culturas indígenas chiapanecas, Jan se decidió por apoyar a la segunda. Como lo explicó con suma claridad en lo que seguramente será su última entrevista, su decisión de dejar la vida religiosa, aun la de la teología de la liberación, estuvo en su negativa a convertirse en un agente de la imposición. ¿Bajo qué lógica o principios morales una religión se da el derecho de imponerse a otra u otras? Como la ciencia, la acción teológica no puede sustraerse a lo que es ya un principio universal: el diálogo intercultural como vía de convivencia entre las diferentes civilizaciones y culturas. En vez de convertir, Jan de Vos se convirtió, y sin dejar de ser cristiano se dedicó a facilitarle la memoria a los indígenas de Chiapas. En Te Jlohp’Tik, Nuestra Raíz(2001), traducido al tzeltal, el tzotzil, el tojolabal y el chol, Jan de Vos tomó la voz de los originarios y habló por ellos, desde ellos y para ellos. Jan de Vos se convirtió en Jwan Wax. Enorme paradoja: el sacerdote europeo se volvió cronista maya, y con un tiraje sustancioso la obra llegó a comunidades, escuelas y bibliotecas locales de todo el estado. No se puede hacer referencia a Jan sin hablar de sus rasgos como ser humano: afectuoso, elegante, suave, lúdico y, al mismo tiempo, crítico, agudo, directo. Su altura de pensador se irá acrecentando conforme la crisis de la modernidad se vaya agudizando, y las miradas volteen cada vez más a esos mundos de la tradición, de la comunidad y del recuerdo, en donde dormitan buena parte de los valores requeridos para superarla. Una nueva fe fincada en la memoria y en las raíces del ser humano está naciendo, y Jan de Vos fue sin duda uno de sus más decididos artesanos. Celebremos su enseñanza.

Conocí a Jan de Vos hace más de 30 años, cuando coincidimos en un proyecto sobre los bosques de México que coordinaba el economista radical Ernest Feder, el autor de un libro muy popular de aquella época: El imperialismo fresa.Esa vez interactuamos poco; sólo supe que era un jesuita belga venido de la región flamenca de Bélgica. Lo vi de nuevo muchos años después, una tarde de domingo en la alameda de Oaxaca; corría con una mujer con la que reía alegre y libremente. Jan había dejado la vida religiosa. Pasó otro lapso sin saber de él, hasta que los editores de mi libroMéxico: diversidad de culturas, lo invitaron a presentarlo una noche llena de reflectores en el Museo Nacional de Antropología. Jan llegó puntual y leyó un texto exquisito y certero sobre la obra. Yo no llegué, en una suerte de protesta que nadie entendió. Para resarcir el desacato, lo busqué unos meses después. Y ahí iniciamos una relación intensa, aunque infrecuente. Fue presentador de mi libro La paz en Chiapas en la FIL de Guadalajara y en San Cristóbal de Las Casas. Yo le retribuí presentando un libro suyo, y nos vimos en Morelia, la ciudad de México, La Antigua. Casi siempre coincidimos en lo platicado.

julio 29, 2011

Memoria histórica y pueblos autóctonos

Fuente:
MEMORIA HISTÓRICA Y PUEBLOS AUTÓCTONOS
José Velasco Toro | Tiempo de Veracruz | marzo 28, 2011
Por: José Velasco Toro
Jan de Vos (1936-2011) historiador y sabicultor en tierras chiapanecas
Navegando con la brújula de la lógica borrosa, es decir, de la percepción, comprensión y manejo de reglas en paralelo para ubicar y relacionar diversas variables, percibir información, dar respuesta y ponderar resultados, me introduzco en la percepción del tiempo de San Agustín. En Confesiones reflexiona que no debería decirse que tres son los tiempos en el devenir de la humanidad: pasado, presente y futuro. Por el contrario, debería de hablarse del presente del pasado, presente del presente y presente del futuro.
Para San Agustín, estas tres formas existían en el alma: el presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la intuición, el presente del futuro es la espera.
La importancia de la memoria, como copertenencia de la colectividad y del individuo, es necesaria para temporalizar el orden de los hechos del pasado y hacer presente la memoria. Al hacerlo generamos, desde el presente, el conocimiento de la Historia dándole al presente la memoria del pasado que adquiera su potencial matriz en la totalidad cultural. Este ir hacia el pasado desde el presente para dotar al presente de memoria, recurre a un movimiento en bucle donde la intuición del presente nos remite a las dimensiones del proceso cognitivo, el contenido cultural y los correlatos de la incertidumbre que detonan la reflexión hacia el futuro, paradójicamente apoyada en la memoria del pasado.
¿Por qué este reconectar presente con la reflexión pasada de San Agustín? La idea es el intento de reconectar el principio de la memoria histórica como pertenencia del Ser, pues al pensarse hacia atrás abre el sentido de la vida hacia adelante. Y es así porque remite a la experiencia concreta e ineludible de la existencia. La Historia no es una mera abstracción mental que se limita a la pregunta de cómo fue o cómo ocurrió algo; por el contrario, la memoria histórica va más allá porque es la afirmación de haber sido en el soy, aspecto sustantivo de la existencia que contiene la identidad y el potencial necesario para el porvenir.
Conservar y recobrar la memoria desde la propia cultura, es potencializar el haber sido para potencializar el soy y visualizar otras posibilidades de sentido a la vida hacia el futuro. Idea nodo que me permite interaccionar, ahora desde el ciclo cósmico, con el extraordinario esfuerzo creativo e intelectual realizado por Jan De Vos y plasmado en su obra: Lakwi. Nuestra Raíz”. (Traducción al Cho´l de Tila por Juan Jesús Vázquez Álvarez, CIESAS-Clío, México, 2001).
Hace tiempo que leí este libro, y al recordarlo, al hacerlo presente en mi memoria, se detonaron buena parte de las ideas aquí reflexionadas. ¿Por qué es fundamental y me parece un parte aguas esta obra?
Recordemos que la conciencia histórica proyecta la visión ideológica, construida con una base teórica de la cultura dominante, la que impone en su relación con las otras culturas, tanto las precedentes como las contemporáneas. La historia nacional proyecta y subsume en la mentalidad colectiva, la visión ideológica del liberalismo y la representación de imágenes y procesos que exaltan la homogeneidad cultural contra la diversidad y existencia de identidades de filiación cultural propia. Por ejemplo, la representación que se proyecta del indio novohispano, es una visión tutelar; la representación que se reproduce de los pueblos indígenas contemporáneos, es de minoría subordinada y marginal y su cultura es denigrada al reducirla a una mera práctica de “tradición” y “costumbre”.
En la “historia oficial” y nacionalista, sólo interesa la gloria de las naciones prehispánicas. El indígena (concepto construido en el siglo XIX) novohispano y decimonónico, y por ende el contemporáneo, fueron despojados de su historia e insertados en la historia nacional como pueblos a los que había que redimir, pero no restituyéndoles su Ser, sino acabando con su humillación, humillándolos más mediante su asimilación cultural, social y económica en pos de un ideal de la homogeneidad nacional.
La obra de Jan De Vos busca redescubrir el Ser histórico originario de los pueblos indígenas y explicar el trascurso histórico de Chiapas, con una visión multicultural que da sentido al recuerdo del pasado al transformarlo en memoria del presente y abrir la posibilidad al proyectarlo hacia el futuro. Su título así lo refleja: Lakwi. Nuestra Raíz. Raíz que sustenta el árbol Cósmico, Raíz que alimenta al mito, Raíz que penetra en la Madre Tierra, Raíz que se ramifica en la esencia multicultural, Raíz que es relación y vida.
¿Qué fue lo que hizo Jan de Vos? Simplemente seguir el método histórico de codificar la información disponible, analizar los acontecimientos en perspectiva diacrónica y narrar una estructura sincrónica de relaciones percibidas. La cuestión es cómo lo hizo. Y aquí radica su importancia.
Sus fuentes: ver lo que vemos con otra mirada; con la mirada de la autoctonía buscando trastocar la visión de la egolatría occidental que exalta la historia oficial. Testimonios arqueológicos, datos documentales, tradición oral, crónicas, pero sobre todo lengua, mitos, organización para la vida, relaciones topológicas, ritmos temporales, vínculos con la naturaleza, en fin, lo propio y lo extraño vuelto propio que al verlo y leerlo desde otra mirada, adquiere cualidad de dato histórico y al comprenderlo descubre las relaciones que le conducen por los rumbos de la historicidad, paso mediador hacia la explicación y narración histórica.
Su dimensión temporal y espacial: el ciclo cósmico solar que es día y tiempo, movimiento del devenir ordenado y dinámica del espacio que es naturaleza, casa, lugar del vivir y del morir. La cronología maya renace para darle sentido a la historicidad del tiempo y constructo diacrónico que proporciona una imagen de la sucesión de los cambios en los hechos y acontecimientos ocurridos a lo largo del desenvolver de los pueblos y naciones autóctonas.
La trama, significado sincrónico del relato histórico, narrativa engarzada en la dinámica diacrónica maya desde la cual organiza y da secuencia al relato para explicar lo “sucedido” como un proceso de relaciones que le permiten presentar “lo que sucedió”.
El lenguaje retoma categorías de las culturas originarias que son contenedoras de la visión del mundo y de la vida, colocando a la narración en lengua indígena, en la sincronía de identidad colectiva, fundamento del pensamiento autónomo y base de la libertad.
Cuatro dimensiones fundamentales en el historiar cuyo rumbo se alimenta, se sustancia de la visión del mundo y de la vida reapropiada y redescubierta del Ser Maya. Su concepción historiográfica dibuja y colorea la operación narrativa que articula ciclo cósmico, naturaleza y, sobre todo, lengua como “lenguaje del devenir” y comprensión renovada que coloca el conocimiento pretérito en el centro de la acción por venir.
En este sentido, va más allá de la simple identificación de las características de los seres protagónicos del campo histórico; y si bien su narrativa tiende hacia la construcción de generalizaciones, su finalidad, o tal vez vale decirlo, su atención no está puesta en los elementos individuales protagónicos, sino en el recuerdo como proceso de integración que coliga el pasado y el presente multicultural.
Al hacerlo retoma el continuo de la memoria soterrada y la eleva a conocimiento. Un conocimiento del mundo presente redimensionado desde el pasado que sustenta una diferente visión del mundo y de la vida, que ya no es la del dominador, y posiciona la praxis social multicultural al prefigurar una nueva percepción mental, cognitiva y estética que pudiera dar sentido a un futuro esperado.
Pudiera decirse que el hecho histórico lo explica situándolo en el contexto de su ocurrencia, pero también resalta características exclusivas como generales. Si bien no se desprende de la cronología cristiana impuesta por Occidente, ésta la utiliza como un recurso de contrastación didáctica para comparar la explicación de dos percepciones cronológicas. En fin, se puede decir mucho desde el ángulo de la crítica formal y rigurosa de la historiografía clásica. Sin embargo, desde mi óptica, todo ello resulta superfluo cuando vemos la relevancia e importancia sustantiva que refleja el esfuerzo por significar el presente multicultural de los pueblos indígenas a partir de la resignificación del pasado chiapaneco. Intento, logro y búsqueda que ha sido construida, en gran parte y desde la información generada y el conocimiento elaborado desde el campo de las ciencias sociales, la experiencia cognitiva y emocional de Jan De Vos y, sobre todo, desde y en la riqueza cultural de los pueblos indígenas. Dotar de una conciencia histórica propia a un pueblo, es devolverle el sentido de su identidad y, por tanto, el sentido de su vivir. ¡Ahí la importancia de esta obra pionera!